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Recuperar la alegría de enseñar: el derecho a educar con dignidad

Hoy me siento más conectada que nunca con la educación. Volver a crear desde Brujitales me ha devuelto la alegría de enseñar, de acompañar, de imaginar otras formas posibles de aprender. Pero también me ha hecho reflexionar sobre todo lo que muchas veces nos arrebata esa alegría sin que nos demos cuenta.

Ser docente es una de las profesiones más humanas que existen. Hay belleza en enseñar, en escuchar, en sembrar curiosidad. Y muchas veces esa belleza sobrevive a pesar de todo: a pesar de la burocracia, de los horarios imposibles, de la falta de reconocimiento, de la carga emocional que se espera que llevemos sin que nadie la nombre.

No es que hayamos dejado de amar lo que hacemos. Es que el sistema nos exige hacerlo desde el agotamiento, desde la culpa, desde invisibilizarnos. Nos piden que pongamos todo sin garantizar lo mínimo. Como si cuidar a otros no necesitara que nos cuiden también a nosotras.

Y no, no todo empieza por los docentes. No basta con que pongamos límites o aprendamos a decir que no. También necesitamos leyes que nos protejan, estructuras justas, condiciones laborales sostenibles. Necesitamos directivos que lideren con empatía, que entiendan que el respeto y la decencia humana no son opcionales, que el bienestar docente no es un “plus”, sino la base sobre la que se construye cualquier experiencia educativa.

La crisis docente no es nueva. Ha existido en distintas formas a lo largo de la historia, porque siempre han existido maestros. Pero eso no significa que tengamos que aceptarla como parte del oficio. No deberíamos normalizar estar al límite, como si fuera inevitable. Lo que sí deberíamos normalizar es que se puede enseñar con alegría, con acompañamiento, con espacios humanos y respetuosos.

Queremos que enseñar vuelva a ser una decisión consciente, deseada, cuidada. Que quienes elijan este camino no tengan que hacerlo con miedo o con resignación. Que se sepa que sí, es posible enseñar desde la dicha, pero no si todo el peso recae sobre nosotras. Necesitamos hacerlo juntas, con respaldo, con dignidad, con espacios reales para decir lo que duele y lo que soñamos.

Porque no queremos seguir sobreviviendo en la educación. Queremos vivirla con sentido.


Frustración docente
Frustración docente

 
 
 

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